ANCIANOS VIVEN MAS Y MEJOR EN URUGUAY.
REVELACION | El 13% de la población uruguaya tiene más de 65 años, es gente que por lo general vive sola y, fundamentalmente, son mujeres Ancianos viven más y mejor Según un estudio, más ancianos viven solos, con mejores condiciones de vida, por mejora en sus ingresos.
Los adultos mayores (personas de 65 años y más) representaron casi un 13% de la población total uruguaya, de acuerdo al Censo de Población de 1996. A su vez, un documento del BID indica que un porcentaje cada vez mayor de estas personas viven solas, lo que de acuerdo al informe puede considerarse como mejores condiciones de vida de este grupo de edad. Este crecimiento de los adultos mayores que viven solos es especialmente importante en el caso de las mujeres.
De acuerdo al estudio del BID, el crecimiento de las prestaciones de la Seguridad Social, de casi 40% para las mujeres viudas entre 1981 y 1995, es el que ha posibilitado la mayor independencia de las mujeres de mayor edad.
ADULTOS MAYORES. Un 12,8% de los uruguayos censados en 1996 declararon una edad de 65 años y más, aproximadamente 405 mil personas. Los datos corresponden al Censo de Población de 1996, realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Comparados con el 11,2% de la misma franja de edad censados en 1985 (alrededor de 331 mil personas), el crecimiento ha sido del 22% en los 11 años considerados, muy superior al general de la población uruguaya, que fue de 7,1%.
Distintos factores (fundamentalmente biológicos), determinan una mayor esperanza de vida para las mujeres y, por lo tanto, una mayor proporción entre los adultos mayores de los integrantes del "sexo débil".
Mientras que las mujeres representan un 50,5% de la población menor de 65 años (es decir, prácticamente la mitad), en el grupo de 65 años y más corresponden al 59,0%. Para los 163 mil uruguayos (y uruguayas) de 75 años y más, la relación se acerca a un hombre cada dos mujeres.
INDEPENDENCIA. Un trabajo recientemente difundido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de Naoko Shinkai, analiza el efecto de la seguridad social y el ingreso sobre los arreglos de vida de los ancianos (adultos mayores). Estudia la situación de México y de Uruguay, en este último a partir de datos de las Encuestas de Hogares, también del INE, para 1981 y 1995.
En particular, el estudio para Uruguay se focaliza en las condiciones de vida de las ancianas en zonas urbanas del país, área que corresponde a la cobertura de la Encuesta de Hogares.
De acuerdo a las estadísticas presentadas en este estudio, en 1995 un 52% de las mujeres de 65 años y más eran viudas, frente a un 33% de casadas, como puede apreciarse en el primer gráfico adjunto.
Su distribución por edades (grupos de cinco años), es casi en cuartos, como puede apreciarse en el segundo gráfico.
El punto que se enfatiza en el estudio es que frente a un 37% de ancianas que vivían solas (o solamente con su esposo, si eran casadas) en 1981, los datos del país urbano de 1995 indican que este porcentaje aumenta a 43%.
Como se comenta en el trabajo, la fracción de las viudas que eligieron vivir solas se incrementó en casi 10 puntos porcentuales en los 15 años. Este porcentaje es casi dos veces mayor que el observado para las ancianas viudas en los Estados Unidos en los 90s.
FACTORES. Distintos elementos, además del ingreso, inciden en la determinación de los "arreglos" de vida familiares.
El aumento de la expectativa de vida (y de los años con mejores condiciones de salud), puede contribuir a una mayor proporción de adultos mayores viviendo solos. La reducción de la fertilidad (del número de hijos por mujer) también puede contribuir a este hecho.
Sin embargo, como comenta la autora, los cambios en estos factores fueron muy pequeños en términos de los 15 años considerados, como para que incidieran en el importante aumento de las ancianas que viven solas.
Otros estudios mencionados por la autora han encontrado que la mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo ha estado asociada a un número creciente de ancianos viviendo solos. Es más probable que las hijas (respecto de los hijos), vivan con sus padres.
Sin embargo, como plantea el estudio de Shinkai, la relación entre ambos elementos es ambigua. Es posible que por el hecho de que una mayor proporción de ancianos viven solos, sus hijas puedan comenzar a trabajar.
PRIVACIDAD. La privacidad es un "bien de consumo" normal. Ello significa que con todas las demás condiciones iguales, a mayor ingreso se prefiere más privacidad. Los adultos de mayor edad pueden vivir con otros familiares por distintas razones, algunas de las cuales derivadas de su propia edad.
Como puede observarse en el tercer gráfico, mientras que en 1995 un 47% de las mujeres de 65 a 69 años vivían solas (o con su marido o pareja, si eran casadas), el porcentaje desciende a 34% para las mujeres de 80 años y más.
El punto que se enfatiza en el artículo es que si una mayor proporción de ancianos pueden vivir solos, ello indica mejores condiciones de vida para ellos.
El hecho de que puedan "elegir" vivir solos o con otras personas, es de por sí una mejora en las condiciones de vida.
Volviendo al tercer gráfico, si bien a mayor edad se observa un menor porcentaje de ancianas que viven solas, para todos los grupos se registra un aumento del porcentaje entre 1981 y 1995.
PENSIONES. La mayor esperanza de vida ha determinado que frente a un 20% de mujeres de 80 y más años de edad (en las mayores de 65) en 1981, se pasó a un 24% en 1995.
Por otra parte, si bien con cambios de menor entidad, se observa un porcentaje ligeramente mayor de ancianas casadas y divorciadas respecto a las solteras y viudas, entre los años comentados.
Sin embargo, el punto que resulta interesante es que no son estos cambios los que determinan el aumento de 37% a 43% de las ancianas que viven solas. Si se tomaran las tasas específicas de 1995 y se aplicaran a la estructura por edades y estado civil de 1981, el cambio en el porcentaje de mujeres de edad mayor sería marginal.
La autora del estudio plantea que esta mejora en las condiciones de vida se explica por el incremento experimentado por las prestaciones de seguridad social, especialmente por el aumento de la pensión mínima.
Si bien la autora no lo menciona, probablemente el reajuste derivado de la reforma constitucional de 1989 también favoreció esta mayor disponibilidad de ingresos.
En el último gráfico puede apreciarse el cambio en los ingresos por seguridad social que surgen de la propia encuesta entre 1981 y 1995. Los datos están expresados en dólares a precios constantes de 1990.
Los datos corresponden a ingresos anuales y deben multiplicarse aproximadamente por dos para llevarlos a dólares con el poder adquisitivo actual.
El aumento es particularmente expresivo para las viudas, de casi un 40% a precios constantes, mientras que los ingresos de seguridad social para el grupo de mujeres casadas prácticamente no registró variación en términos reales.
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