' ¡Viva el desorden!
                               Francisco Helguera Ramírez [...]
  El latino y por ende el mexicano, es menos disciplinado,                 más espontaneo, individualista y por consecuencia más                 auténtico en sus gustos y preferencias. Es también,                 escéptico e irreverente. Cuando menos hasta ahora,                 gracias a Dios. El asunto es cultural, genético, estructural. 
                  Al mexicano no le gustaban ni aceptaba todas las obras de                 Diego Rivera. Aceptaba las que le gustaban y                 descalificaba las otras; los llamaba peyorativamente  "Los                 Monotes de Diego". Como no entendió la música del genial                 potosino Julián Carrillo, la ignoró: 
                  - Oye, Julián Carrillo es una eminencia mundial, el sonido                 trece es una revolución en la música, ¿cómo puedes decir                 que no te gusta? 
                  - Pos me vale... y no me gusta. 
                  Las muestras de irreverencia iconoclasta del mexicano                 son innumerables. Van desde la desaparición de la                 bandera olímpica izada por el Señor Presidente en                 solemne ceremonia inaugural, hasta el procedimiento                 usado por un desaprensivo turista mexicano para extinguir                 la llama del pebetero en el Arco del Triunfo en París,                 pasando por el robo, en las narices del Estado Mayor                 Presidencial, de la medalla del premio Alfonso Reyes, que                 iba a ser entregada ese mismo día. 
                  Y curiosamente, esa indisciplina, esa irreverencia, le                 dificultan aceptar las cosas porque sí, porque se las                 ordenan. 
                  Y lo que es su mayor y más grave falla, es también su                 gracia y salvaguarda. En el proceso represivo, agobiante,                 para conducir a una sociedad hacia un estado totalitario,                 una de las condiciones indispensables es que el pueblo a                 controlar sea disciplinado. Debe aceptar sin cuestionar las                 directrices que se señalen; debe acatar sin chistar las                 órdenes que se le den. Y debe, eso es lo más difícil, creer                 los dogmas que se le planteen. 
                  Me dicen que en la Unión Europea se proponen prohibir                 que operaciones comerciales mayores a 10,000 euros se                 celebren en efectivo. Toda operación mayor tiene que                 pasar por un banco. Control. En muchas de las grandes                 ciudades, omnipresentes cámaras de video                 estratégicamente colocadas filman todo lo que esté a su                 alcance. Se dice que alguna obscura entidad registra todo                 lo que enviamos o recibimos por Internet. Control, control,                 control. 
                  Y sucede que una de las más efectivas, primeras medidas                 para el control de una sociedad, es desposeerla,                 despojarla de su dinero, porque su dinero representa su                 libertad más importante. Si el ciudadano posee dinero real,                 de valor real, en cualquier parte de su país o del mundo                 será aceptado; una moneda de oro o de plata, no necesita                 mayor identificación ni explicación.  
                  El problema empieza cuando al ciudadano se le priva de                 SU dinero y se lo substituyen por los comprobantes de                 deuda gubernamental. Cuando se le fuerza a aceptar                 como dinero lo que no lo es. Y cuando se trata de regir                 rigurosa, celosamente, todas las actividades económicas                 del ciudadano.  El estado compite, con indebida ventaja,                 como demandante del crédito y busca regular las                 actividades para impedir actos de independencia o que se                 salgan del patrón establecido. 
                  Pero eso implica, un control cada vez mayor del                 ciudadano y una grave imitación de sus libertades. 
                  Pero ese desorden, esa rebeldía del mexicano, que no                 alabo ni critico, limitó en su momento la influencia del                 clero, con las leyes de reforma y cuando fue necesario,                 moderó el socialismo rampante con la rebelión cristera. 
                  No nos gustan las imposiciones, no nos gustan las                 limitaciones, no nos gustan las exageraciones, no nos                 gustan las intromisiones. Aceptamos un liderazgo, pero                 tenemos que escogerlo nosotros. Y nos reservamos el                 derecho de juzgarlo y criticarlo. Y si nos parece y nos                 acomoda, defenestrarlo. 
                  ¿Las normas y el orden? Sí, siempre y cuando no                 interfieran demasiado con nuestra comodidad y albedrío.
                  Ningún gobernante en México deberá ser tan ingenuo                 como para confiarse porque llegó al poder en medio de                 aplausos y loas, pasando bajo arcos de palmas. Si incurre                 en el desagrado del pueblo, puede ser ignominiosamente                 destronado y hasta sacrificado. Puede que después reciba                 el título de mártir y sea recordado con lágrimas e íntimo                 complejo de culpa, pero por el momento, ese desordenado                 e irreverente, iconoclasta mexicano, en cuanto perciba una                 represión, una injusticia o una deshonestidad mayor que la                 que considera tolerable, teóricamente se rebelará, ¡sin                 medir las consecuencias! 
                  Bueno... lo que en realidad sucederá, más que un acto                 volitivo de rebeldía, es que nuestra propensión a la                 indisciplina producirá el caos con los mismos efectos que                 una rebeldía organizada. 
                  En conclusión: para dar gusto a los economistas, diré que                 el sistema monetario forma parte importante, muy                 importante del proyecto imperialista  norteamericano. El                 patrón Dólar ha regido por muchos años, pero esa modelo                 está desgastado. Recientemente Alan Greenspan ( ¡Mire                 Ud. quien! ), confesó paladinamente que desde 1800 hasta                 la virtual desaparición del patrón oro, la estabilidad había                 sido casi perfecta. Pero los defectos de ese patrón dólar lo                 han llevado a poner en grave peligro la economía de los                 mismos Estados Unidos. 
                  Por años, los gobiernos de los Estados Unidos han podido                 proporcionar a los habitantes de su territorio un nivel de                 vida  extraordinario. Pero los controles, la represión y la                 vigilancia se han ido extremando para una comunidad muy                 ordenada y disciplinada. 
                  Los europeos están habituados a ser ordenados y                 disciplinados. Sólo así se explica el sometimiento a las                 condiciones políticas y económicas a las que han sido                 sujetados tantas veces. Pero... los latinoamericanos y                 especialmente los mexicanos, cuentan con ese especia                 de anticuerpo que defiende sus costumbres y gustos: Su                 innata propensión al desorden. '
  plata.com.mx
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