EDITORIAL DEL DIARIO EL PAIS SOBRE EL CARNAVAL DE MONTEVIDEO Y LOS COMUNISTAS DEL FRENTE AMPLIO.
EDITORIAL
Carnaval frentista
NUESTRO carnaval, el más largo del mundo, es en realidad época de trabajo rentable para quienes actúan en la diversidad de espectáculos, como los integrantes de las murgas, carros alegóricos, y demás participantes en los actos festivos. Es un carnaval profesionalizado, porque esos participantes cobran dinero por su actuación, y la contrapartida de esas retribuciones y premios es la diversión al público que en general responde.
Lo que ofrecen los carnavaleros, es arte. Un arte muy especial pero arte al fin, cuyo centro es una suerte de música ruidosa y estridente que algunos califican como semibárbara pero que igualmente atrae al público que los sigue, que no es poco. A esa música se le agrega, o más bien se le debería agregar ingenio, humor. La calidad de los espectáculos --desfiles, actuaciones en tablados, concursos de agrupaciones-- es correcta de acuerdo al nivel de las exigencias de la gente que concurre a ellos en lo que se refiere a su vistosidad, por lo cual el aspecto musical en sí mismo no interesa y pasa desapercibido. Con las letras de las murgas es otra historia, porque año a año se van repitiendo las expresiones chabacanas, groseras, degradantes, y ofensivas. Y no es consuelo cotejar este lenguaje con el que se escucha todos los días en televisión, muy especialmente en los culebrones de origen argentino, que de a poco nos van degenerando por contagio. Es lo mismo que sucede con el fútbol. Todos son índices de una decadencia sociocultural que se ha desencadenado con la fuerza de lo incontenible en los últimos años del siglo pasado, podríamos admitir que en muchas partes del mundo, pero que países como el nuestro, tradicionalmente de nivel educacional elevado, se siente y se sufre más.
ES sabido que el carnaval es tiempo de zafra política para el Frente Amplio. Las letras de las murgas son en muchos casos injuriosas y difamatorias para los políticos que no integran la coalición de izquierda. En ese aspecto el carnaval es tiempo de delito, pero con impunidad asegurada para los delincuentes que se sienten con plena libertad para decir cualquier cosa sin que sean llamados a responsabilidad penal, como corresponde, por lo cual nadie se preocupa, y es explicable que así sea, de tomarse el trabajo de hacer la denuncia correspondiente. Pero ahora se anuncia que además de tiempo de delito este carnaval está proyectado también como tiempo de práctica electoral, de manera de aprovecharlo para promocionar el apoyo al recurso que el Frente Amplio y su apéndice sindical el Pit-Cnt impulsan para trabar distintas soluciones en beneficio del país previstas en la denominada Ley de Urgencia sancionada el año pasado, para cuya puesta en práctica están en lista de espera de lo que pueda pasar el 18 de febrero próximo, y eventualmente, en un plebiscito posterior. Esa utilitaria intención la tuvo y la tiene la "Comisión Nacional pro referéndum" de cuya creativa imaginación surgió la idea de pasear un carro alegórico en el desfile inaugural con exhortaciones al público de concurrir a manifestar su adhesión a la iniciativa. Las autoridades municipales, al tiempo que advirtieron a los cabezudos contratados por la Intendencia que cavilaban sobre similares propósitos para la misma ocasión que no pueden hacer propaganda política, hizo saber lo mismo a la Comisión, pero ésta al parecer ha hecho inversiones en el aparato que no quiere desperdiciar, por lo que insiste por lo menos con la posibilidad que se lo dejen circular por corsos barriales. Veremos qué sucede. Pero falta por saber qué harán las murgas.
EL carnaval montevideano siempre ha sido una fiesta sectorial monopolizada por y para el Frente Amplio no tanto porque sea gobierno municipal, sino porque precisamente es en el ámbito de la murga donde encuentra el terreno más fácil para propagandearse, y lo ayuda el insulto o la sátira de la murga a los demás. El carnaval siempre le resultó al Frente oportunidad propicia para el proselitismo político, pero pocas veces como en ésta la ocasión se la pintan, dada la proximidad de la fecha de la convocatoria a adherir a la recurrencia contra la ley en la que se juega el éxito o el fracaso de la impugnación. No nos parece que dejen pasar esta oportunidad, y lo más probable es que de una manera u otra se las ingenien para arrimarle agua a su molino político.
NO obstante ello, seguimos confiando en la inteligencia de nuestros conciudadanos para no dejarse seducir por estos encantadores de serpientes. Lo que va a ocurrir en estos días no es en el fondo tan distinto a lo que viene sucediendo de mucho tiempo atrás con la fiesta carnavalera frenteamplista. Sólo que ahora el objetivo proselitista apunta a una exhortación concreta y en el cortísimo plazo. La única aspiración que se puede pretender es que la gente asimile esa propaganda con lo que se concilia con las características de la fiesta. No hay que olvidar que la intención es la de hacer reír, y hace bien a la salud tener un buen sentido del humor. Con reírnos entonces, no perderemos nada. El problema lo van a tener quienes crean que les están transmitiendo mensajes serios.
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