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Pastimes : URUGUAY, en Español. Pais Peligroso.

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To: Elio Madama who wrote (166)2/5/2001 12:17:44 PM
From: Elio Madama  Read Replies (1) of 505
 
OTRO EDITORIAL DE EL PAIS.

Gonzalo Aguirre .En medio de un furioso temporal nocturno, Montejo y su avioncito salvaron a la parturienta. Un héroe que el nomenclátor ha ignorado.
Un héroe olvidado
Se llamaba Atahualpa García Montejo, se firmaba Atahualpa G. Montejo, era nacido allá por 1908 o 1909 en Vichadero y todo el mundo lo conocía por "el Loco Montejo". Era aviador innato, que gustaba de hacer piruetas y acrobacias sin fin en aquellos aviones de morondanga, los únicos que existían en los tiempos de Berisso y Larre Borges, de Conrado Sáenz y Oscar Gestido.

Ellos alcanzaron grados, dignidades y nombradía. El Loco Montejo nunca pasó de sargento, por pasarse de bohemio e indisciplinado. Pero, a puro coraje, bondad y alegría contagiosa, él se había ganado la admiración ilimitada de toda la chiquilinada de Camino Mendoza y adyacencias. Era el ídolo de aquellos gurises, en la década del 30. Uno de ellos, mi amigo don Alfredo Brida, cuyo padre era mecánico de la Fuerza Aérea y amigazo de Montejo, narró una de sus hazañas en un hermoso libro de cuentos que él y el Dr. Guaymirán Ríos terminan de publicar. No me resisto a narrárselas.

Principiaba una terrorífica noche invernal, allá por 1935 o 36. Frío cruel y lluvia inclemente. El viento arreciaba y ululaba. Llegó a la Escuela de Aviación una llamada de Tacuarembó. En una estancia cercana a la ciudad había una parturienta muy próxima a dar a luz, en malas condiciones. Si no la traían rápido a Montevideo, morirían ella y su criatura. Se aprontó el avión ambulancia, un monoplano de motor "Forman", que era lo único importado que tenía. Los mecánicos lo calentaron y fueron a despertar a Montejo, que ya estaba durmiendo en la cuadra. Enterado de la ingratísima misión que se le encomendaba, ni chistó. Se enfundó en su traje de vuelo de cuero, se puso los guantes, apretó a los broches sus polainas y trepó al pequeño aeroplano.

El avión salió del hangar con el motor a pleno, carreteó algo por la pista de tierra enfangada y se elevó desafiante a la lluvia, el viento y el frío. Y mientras se perdía en la negrura impenetrable de la noche, empujado por la pamperada del temporal, los mecánicos quedaron presa de lógica preocupación. Todos querían mucho al "Loco". ¿Encontraría la estancia? ¿Podría aterrizar en ella, a pesar de que la habían iluminado con una hilera de fogatas? Y, si lo lograba, ¿cómo volvería, con fortísimo viento en contra, siendo que todos sabían que, a la menor brisa contraria, ese aparato parecía quedar detenido en el aire?

Las horas comenzaron a pasar y la inquietud de aquellos hombres iba en aumento. Sobre las tres de la madrugada, el pesimismo se fue trocando en angustia. Montejo era un aviador fuera de serie, pero se le había pedido una hazaña sin precedentes, casi sobrehumana. Pasó otro rato, quizá una hora. Todos estaban silenciosos, algunos se caían de sueño, todos sufrían, las luces del hangar titilaban. De pronto, algo grande y blanco empujó la enorme puerta y se escuchó el motor "Forman", que aún ronroneaba. "El Loco" había triunfado, una vez más. La algarabía fue inmensa. Todos se abrazaban. Algunos lloraban, mientras sacaban al héroe de la cabina, duro de frío, que casi no podía moverse. Y bajaban la camilla con la doliente embarazada, que no se olvidó de sonreírles.

La hazaña tuvo dos consecuencias. De inmediato, Montejo "and company" agotaron las existencias de grappa casera, que no eran pocas. Al día siguiente, por toda recompensa, Berisso lo ascendió a sargento. Y la parturienta pudo dar a luz su párvulo.

Años más tarde, Alfredo Brida preguntó a Montejo cómo había obrado aquel milagro. Su respuesta fue simple: --Volé bajo, guiándome por las vías del ferrocarril, que brillaban con los relámpagos. Fue fácil encontrar la estancia, iluminada por el fuego. Lo bravo fue la vuelta. Sabés que la brújula "yo no sé mirarla" (!). Entonces traté de desandar el rumbo que había seguido al ir.

De como encontró el campo de Boisso Lanza, para volver a aterrizar, no hay noticias. Así era Atahualpa G. Montejo, "El Loco Montejo", sencillo como todos los hombres verdaderos. Un héroe olvidado y hasta ignorado. Sin calle que lo recuerde ni, quizá, una placa que testimonie sus hazañas, allá en aquel campo de aviación en el que vivió y al que amó.








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