EDITORIAL DE EL PAIS DE HOY.
Ricardo Reilly Salaverri .Se afirmó recientemente que no debe hablarse con los periodistas pues tiran cáscaras de banana; lamentablemente no se dijo nada sobre otras cáscaras. La cáscara de la pavada La libertad de prensa tiene una manifestación relevante que es el derecho de información que se proyecta en un doble sentido. Por un lado está la posibilidad de expresar y comunicar lo que se piensa sin restricciones --como no sean las impuestas por la propia legalidad democrática-- y por el otro está el derecho del ciudadano, de los habitantes de un país, a informarse recurriendo a los medios que les vengan en gana.
Los regímenes totalitarios --fascismo, nazismo, comunismo y otros "ismos"-- y los gobiernos ejercidos de forma autoritaria sin las restricciones impuestas a los gobernantes, por el estado de derecho, conculcan todas las libertades y en especial, tienen cuidado de restringir la libertad de prensa y de información.
Los hombres públicos, saben que están expuestos al acoso --a veces impiadoso-- de los periodistas.
Quienes conocimos la experiencia y quienes la viven y conocen, saben que esto es así.
Cuando al declarante se le rodea de "flashes", micrófonos, cámaras, grabadores y cuanto instrumento es útil para que los periodistas actúen, queda literalmente preso de las circunstancias. No puede enojarse, ni perder la calma, ni salir corriendo, ni esperar le traten con cariño. El periodista, los periodistas, lo que buscan es lo imprevisto y complicado, los comentarios sobre el buen o mal estado del tiempo sólo interesan cuando llega el turno a la información meteorológica.
En el mundo y en nuestro país, las ruedas de prensa llegan a ser anárquicas y en los debates que se trasmiten al público o los interrogatorios políticos personalizados, a todos se trata con la misma vara. Decir lo contrario es faltar a la verdad.
Naturalmente que cuando a un hombre público se le reportea por un grupo de periodistas o por un periodista, hay que tener respuestas sólidas. No es necesario, en el acuerdo o la discrepancia, resaltar que en nuestro país, existen hombres públicos solventes --e ingreso directamente al terreno político--cuya capacidad de respuesta y de exposición es incluso respetada en el exterior.
Les hemos visto sometidos a instancias duras y a interpelaciones profundas y saben qué decir. No recuerdo en este sentido, haber escuchado a nadie protestar porque le hubiesen llevado contra las cuerdas en un interrogatorio o un debate.
También hay periodistas y periodistas. Superar la actuación de algunos, sólidamente capacitados, que se han tomado el trabajo de estudiar el tema sobre el que periodísticamente trabajan, puede resultar para un gobernante o un dirigente tan esforzado como para un estudiante superar un examen difícil.
Quienes no tienen preparación sobre temas de Estado o de gobierno y al ser interrogados lanzan al aire la primera improvisación que les viene a la mente, pueden sentirse atacados por la prensa.
Todo se complica más, cuando se pertenece a una conmixtión proselitista, que carece de lógica, ha perdido referencias en el mundo contemporáneo y que sólo se solidifica a partir del resentimiento. Es decir, no a partir de sostener ideas y propuestas, sino de exacerbar frustraciones, cultivar fracasos, ejercer la queja y nacer, vivir y morir en la negatividad.
Quien se inserta en un conglomerado de tales características, no tiene discernimiento y consiguientemente no tiene respuestas para el periodismo que interroga con seriedad y profundidad. Su vulnerabilidad le hace sentir que la prensa que le pregunta le tira cáscaras de banana, para que se caiga. Pero el patinaje opera --en realidad-- sobre la cáscara de la pavada, sembrada y cosechada por vocación propia.
Una de estas cáscaras ha caído recientemente. Proponiendo al Presidente de la República, haga campaña a favor de un plebiscito que notoriamente no comparte, del que sus promotores no saben de qué se trata, dirigido contra disposiciones que votaron parcialmente a favor en el Parlamento. Por ello, es recomendable para algunos, antes que en las cáscaras de banana ajenas, tomar precauciones en la resbaladiza cáscara de las pavadas propias.
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