EDITORIAL.
La Torre de los Panoramas | Juan Carlos Urta Melian .En el verano, el cerebro se deshidrata al transpirar ocurrencias y divagaciones que sólo el calor justifica. Montevideo Curiosa ciudad Montevideo. No progresa espectacularmente, pero "hace camino al andar" aunque el paso sea corto. No hay un urbanismo explosivo, detonante, pero a veces se siente algún ruidito. Plazas bien conservadas, pulcras y floridas, con el apoyo, claro está, de empresas particulares. Fachadas iluminadas "a giorno", aunque cuando cae la noche muy pocos ciudadanos son los que se lanzan a la aventura callejera. Playas repletas, a pesar de las algas tóxicas que, como una forma dañina de la integración regional, nos envía el Paraná taciturno.
Curiosa ciudad Montevideo. A pesar de que tenemos entendido que el árbol nacional y emblemático es el ceibo, las palmeras pululan por todos lados dejando en el paisaje una exótica pincelada caribeña. Hasta en la peatonal Sarandí se pueden observar, pero faltan, en cambio, grupos de palmeras en las playas, que, de haberlas, provocarían en los veraneantes la ilusión de estar descansando en las Bahamas, por ejemplo, lejano paraíso que, sin duda, da más "status" que Pocitos o Buceo.
Además habitamos en la única ciudad, tal vez a nivel mundial, que tiene una monumento al riel (sobre la calle Constituyente al costado del edificio de OSE). Esta escueta obra de arte representa, para quienes nos gusta deambular por las calles, una pausa nostálgica que nos retrotrae a las épocas del tranvía bullanguero y del rítmico ferrocarril, sobre todo el de las imponentes locomotoras inglesas a vapor, verdaderos dinosaurios de nuestra infancia.
Por eso aquello tan escuchado de "estar en la palmera" o de "estar en la vía", frases frecuentes en un país cuyo nombre termina en un quejido, tiene, por lo menos, cierta justificación plástica.
Curiosa ciudad Montevideo. Porque, además, se trata de una ciudad contradictoria.
Si se nos ocurre hurgar en su nomenclátor, nos encontramos con ciertas curiosidades dignas del comentario. Veamos algunas.
Como se recordará, la actual calle Fernández Crespo se llamó, durante mucho tiempo, Sierra, y una de las calles transversales era, y sigue siendo, Lima. Pues bien, ¿qué podría haber en la esquina de Sierra y Lima? Una ferretería, ¿verdad? Pues hay una farmacia.
Otro caso bastante parecido se da entre una conocida empresa industrial y comercial de nuestro país y su ubicación en el tablero ciudadano.
Todo el mundo piensa, y con razón, que "entre San Juan y Mendoza" lo único que puede haber es una bodega. Pues no, ¡hay una cooperativa de leche! Aunque usted no lo crea. Curiosa ciudad Montevideo.
Pero, contrarrestando todas estas incongruencias urbanas, nuestra capital puede, en cambio, mostrar con orgullo el monumento mejor ubicado del mundo, una admirable demostración de coherencia entre la obra de arte y su entorno.
Sobre un fondo rojizo de ladrillos, en la explanada del Ejecutivo comunal, exhibe su clásica belleza el linajudo "David" de Miguel Angel. ¿Y dónde mejor podría lucir su impecable desnudez que frente al Palacio Municipal? Lo que nunca supo el genial artista fue que su obra, transportada a Montevideo, iba a adquirir un contenido simbólico conmovedor: el de un monumento al contribuyente.
No nos extrañaría que un día de estos, en la base de la estatua famosa, apareciese el siguiente graffiti: "David Rodríguez después de pagar la Contribución Inmobiliaria".
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