EDITORIAL DEL DIARIO EL PAIS.
EDITORIAL Para salvar la ciudad HAY que tener buena memoria para recordar los atentados que Montevideo ha sufrido en su patrimonio arquitectónico. El majestuoso Mercado Central fue demolido para levantar un edificio sustitutivo de ínfima entidad que además ha ido quedando vacío, desalojado en parte por negocios declinantes y habitado en parte por entidades culturales cuyo desempeño es nada visible. El Palacio Jackson, que en su emplazamiento de la Plaza Cagancha había sido una de las primeras sedes de la municipalidad montevideana, también fue demolido para levantar allí un edificio de oficinas desprovisto de la nobleza y la herencia que jerarquizaba a la mole desaparecida. El Bazar Colón de Sarandí y Juan Carlos Gómez, que era el local comercial más bello de la ciudad, fue abatido para levantar allí un edificio muy insignificante y por cierto mediocre, en todo caso demostrativo de que en algunos aspectos (y en algunas esquinas) Montevideo ha caminado velozmente hacia atrás.
EL ritmo de demoliciones, una calamidad urbana de la que debe responsabilizarse a las Intendencias Municipales de la década del 60, el 70 y el 80, dóciles ante el espíritu de lucro que empujó la desaparición de muchos sitios hermosos y de alto interés estilístico e histórico, permitió que ciertos bienes cayeran para que en su sitio quedara simplemente un baldío, como ha ocurrido con la esquina de Andes y Colonia donde había estado el Teatro Artigas, donde luego hubo una estación de nafta y donde ahora no hay nada. Ese vacío es un sarcástico homenaje a la irresponsabilidad de las autoridades municipales que toleraron esa y otras demoliciones de similar gravedad, aunque los titulares de ese organismo público montevideano nunca se han sentido culpables por el saqueo de un patrimonio urbano que pertenecía a todos y que desapareció por culpa de unos pocos.
AHORA, por lo menos se ha armado un Plan Especial de Ciudad Vieja y Avenida 18 de Julio, respaldado en un estudio a fondo sobre la problemática de la zona, destinado a impulsar "un plan de reactivación edilicia, cultural y social que trasciende la ordenación física y afirma un desarrollo integral para el centenar de manzanas que conforman la Ciudad Vieja". Dicho plan es una consecuencia del desarrollo de la conciencia patrimonial y de la defensa del acervo histórico de la ciudad, rasgos que comenzaron a crecer desde la década del 80, "con la intención de pelear por la conservación de edificios y lugares históricos ante el arrollador avance de la especulación inmobiliaria de aquella época, que parecía dispuesta a demoler todo nuestro pasado edilicio".
EL Plan mencionado se apoya en cinco puntos: el primero alude a la riqueza patrimonial como factor jerarquizador de la zona, el segundo aspira a potenciar las actividades que dan vida al área (el puerto, los bancos, el turismo, la cultura), el tercero se relaciona con la vivienda y tratará de combatir el deterioro de muchas unidades cercanas al colapso, el cuarto se vincula con la movilidad interna en un tránsito vehicular entorpecido por problemas que deben solucionarse, y como quinto punto se menciona la llamada Gestión Urbana Integrada, entendiendo que el esfuerzo necesario para la recuperación de la zona "debe ser impulsado entre sectores públicos y privados, junto con una política nacional y municipal para recrear la imagen del centro histórico y destacar sus atractivos y valores".
TODA la propuesta exigió un inventario detallado de la Ciudad Vieja y un estudio de sus edificios, de lo que surgieron evidencias a veces inesperadas, como la disminución gradual de la población de la zona, que ha caído en quince años desde 19.430 personas (en 1985) a las 15.420 de la actualidad. En un total de 2.000 padrones de la Ciudad Vieja, 68 edificios están en estado ruinoso, 43 son casas tapiadas y existen 142 baldíos. No hay tiempo que perder, porque la degradación es paulatina y no se detiene. Observadores extranjeros saben deleitarse con el paisaje de ese casco montevideano ante el cual los nativos suelen pasar de largo, pero junto con el balance de sus rasgos de interés, de valor y de belleza, es necesario estimular la conciencia de que ese panorama sólo se mantendrá en pie con el esfuerzo y la ayuda de todos.
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