OTRO EDITORIAL DE EL PAIS.
HOY IMPORTA Vías del ferrocarril Ya en los años 60, era todo un problema utilizar el ferrocarril como medio de transporte. Los durmientes podridos en 2.350 kilómetros de vía férrea, sobre todo en el litoral, obligaban a los trenes a circular a paso de hombre, debido también al mal estado de los rieles que facilitaba frecuentes descarrilamientos.
Se sucedieron los directorios ferroviarios, pero se privilegió el transporte por carretera abandonándose para siempre dirigirle una mirada, siquiera, al Ferrocarril Central. Eternamente deficitario, no se renovaron equipos; se suprimieron servicios, y anualmente se incrementó el subsidio procedente de Rentas Generales.
En 1965, el directorio presidido por Juan Carlos Furest, urgía a las autoridades de gobierno a centrar su atención en soluciones integrales.
Nada se hizo. Por el contrario, el abandono fue cada vez mayor; se clausuraron estaciones, se levantaron vías férreas, se suprimió el transporte de pasajeros, se pudrieron a la intemperie los vagones, y las viejas locomotoras fueron canibalizadas porque no había plata para repuestos.
Ante este panorama, la coalición de gobierno, mediante una Ley de Urgencia, intenta que AFE pueda volver a funcionar con mayor flexibilidad, permitiendo que privados transiten por sus vías pagando el peaje correspondiente, que en primera instancia no podrá ser otro que hacerse cargo de la sustitución de rieles y durmientes en todo el país.
La población es testigo de lo que estamos escribiendo. El ferrocarril no existe ya, y hoy se intenta rescatarlo como instrumento de una recuperación económica que no admite dilatorias.
Muy atrás quedaron los tiempos en que los pueblos aguardaban impacientes el paso de los trenes, toda una fiesta diaria en decenas de estaciones del interior.
También quedaron en el olvido innumerables proyectos de recuperación de vías, locomotoras y vagones, y apenas si se divisan en el pasto crecido, lo que va quedando de los rieles que necesariamente deben sustituirse para que el país pueda contar con un ferrocarril eficiente.
La Ley de Urgencia posibilita esta recuperación con el aporte de los privados, que deberán invertir para recuperar lo que el gobierno no pudo hacer en más de cuarenta años.
Si así no fuere, el ferrocarril ni siquiera será enterrado. Quedarán a la vista sus despojos para el asombro de las generaciones, debido a la postura radicalizada de quienes se oponen al progreso.
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