HABLA EL PRESIDENTE BATLLE.
PERSPECTIVAS | San Jorge y el blanco corcel o la lucha entre la esperanza y una lluvia de plebiscitos... suspendida por mal tiempo 2001, fin del despacio El presidente Batlle estableció una relación novedosa muy desconcertante: la política debe estar regida por la moral
El siglo cambia y Batlle sabe que si la mente no cambia, toda reforma perecerá. Existe una confederación de afiliados al "no te metás". Y detrás de tanto quede, se adivina una maraña de acomodos, trasnoches y demagogias.
El Uruguay se pone a tono con el resto del mundo o queda mentalmente retrasado. En tales circunstancias, la misión del gobernante consiste en hacer posible, lo imposible; y la pelea por ese milagro empieza estableciendo una nueva forma de comunicación entre el gobierno y la ciudadanía. La primera reforma consiste en reformar la cabeza de la gente. Ese es el trabajo inicial del señor Presidente, aquí y ahora.
BATLLE ANUNCIA: En el 2001 iremos por las reformas estructurales.
El doctor Vázquez contesta:
--Entonces habrá una lluvia de plebiscitos.
Batlle aclara:
--Habrá reforma aunque tengamos que soportar una serie de plebiscitos enganchados.
Estas no son frases imaginarias: fueron dichas. Está pues, perfectamente determinado el objeto de la discusión uruguaya: reformas contra plebiscitos y viceversa.
Lo cierto es que el quede empezó a ser zarandeado durante los últimos meses y nadie se atrevió a juntar firmas. La mala conciencia del país fue sacudida cuatro veces:
1) El día de la trasmisión del mando, el nuevo mandatario en su discurso protocolar en el Palacio Legislativo, hizo expresa referencia a los desaparecidos y a la paz que faltaba con respecto a ellos. Hubo cierto estupor.
Con respecto a lo actuado por los bandos en nuestra guerra civil (de fines de los sesenta al 85) un plebiscito pacificador impuso eliminar las consecuencias previstas en la ley penal. Se consideró con buen criterio que mediaba un valor superior a la justicia retributiva: la paz social.
Pese a eso, Jorge Batlle en su primer discurso hizo saber que el tema no estaba terminado; y a partir de ese momento, procuró que se creara un nuevo estado de alma, para encarar ciertos asuntos pendientes, de carácter moral, absolutamente ajenos a la mecánica jurídica que fue la cuestión resuelta por el plebiscito.
2) De pronto a iniciativa del Presidente, también el contrabando resultó otra cosa, contrariando la manga ancha habitual.
Batlle afirmó que era un delito despreciable cuando nadie lo repudiaba; fue de lleno contra la corruptela sabiendo que una ley sin consenso resulta inaplicable.
En el fondo nadie quería ir contra el tráfico ilegal de mercaderías (el que más o el que menos, todos llevaban algún bagayito cargando en la conciencia).
Batlle acusó frontalmente, rompiendo todos los moldes:
--Los encargados de vigilar la frontera se venden por 2.000 pesos y dejan pasar lo que sea --habló en un estilo que ha mantenido desde siempre, algo parecido al rompimiento que provoca la lógica de un niño, cuando señala lo que es verdad; aunque no sea "elegante" hacerlo notar.
Por segunda vez, el Presidente cantó la justa. Después sostuvo por televisión que el ejercicio del poder es un asunto moral y que la moral no admite atenuantes (ser un poquito menos moral). Cuando el contrabando fronterizo se movilizó contra este saneamiento, Batlle se escandalizó (esto es el mundo al revés) y prometió ser implacable, sin ser cruel. Fue una batalla breve y sin embargo pasó algo extraordinario: la gente reaccionó; me atrevería a decir: surgió algo así como un gusto por la regeneración. Empezó a crecer un cierto orgullo por estar en contra del contrabandista delincuente:
--Ellos se llenan de oro y la gente se queda sin trabajo.
3) Apareció un foco de aftosa en el departamento de Artigas y el gobierno dijo que era un desastre nacional y lo dio a conocer de inmediato sin el menor ocultamiento. No sólo no lo ocultó sino que lo exhibió en toda su crudeza. Batlle dijo:
--¿Cómo íbamos a ocultar semejante cosa? Mi mamá me enseñó que en la buenas y en las malas hay que decir la verdad.
Esa reciedumbre para ser sincero no la tuvo ni el Reino Unido cuando las vacas se le volvieron locas.
4) Cuando se discutían las remuneraciones de los funcionarios públicos, el gobierno decidió publicar los sueldos que paga el Estado. Se produjeron malestares varios en el cogollito desnudado (que se la llevan calladitos) y mucha sorpresa en la gente común; la transparencia no es el estilo habitual del Estado, que prefiere ignorar e ignorarse, en beneficio de las sanguijuelas que le chupan la sangre.
LAS URNAS Y LA MORAL. Como el inolvidable Tierno Galván durante el mejor período del socialismo español, Batlle se coloca con toda naturalidad, fuera de la pelea por los votos. Su negocio es la franqueza (tal vez porque no sabe ser de otro modo). No trabaja para engrosar su partido; empezó por despedirse definitivamente de la política, cuando habló para quien quiso oírlo:
--Estoy en "la estación Carnelli". Después de ella, a Central, al cementerio Central (y se ríe). Humor negro con respecto a sí mismo; pero también la promesa de encarar a muerte su función, y con alegría): La Presidencia es un empleo como cualquier otro; y hay que hacer bien el trabajo, ¿no?
Esto descoloca tanto a sus correligionarios como a sus adversarios, que no están acostumbrados a un actor principal libre de cálculos electorales. Es de orden que en cada ocasión, cada uno acomode el cuerpo para evitar costos políticos. Pero ese no es caso de Jorge Batlle; y es esta independencia rarísima, la que le permite ir en contra de los lugares comunes (cursilerías).
Sorprenderse es el mejor modo de auspiciar un salto cultural, según descubrieron los griegos más clásicos.
Jorge avisa, sin decir:
--Si la mayoría piensa así, tiene que cambiar; están equivocados.
Por primera vez en la historia un Presidente de un ente autónomo mayor, Jorge Sanguinetti, en la toma de posesión de su cargo, avisa que no todas sus decisiones van a ser a favor del ente, porque el país importa más que Ancap.
Después de eso, se habla de rebajar el precio de los combustibles, que es tan escandaloso como las tarifas de Antel o de UTE.
Es un hecho cultural de primera magnitud, reordenar las valores; es el inicio de cualquier progreso; y parecería que a nuestro Presidente, ¡oh maravilla! le importa más la formación de las personas (adecuar la opinión pública a la realidad) que el mantenimiento de la clientela electoral.
LA COSA POLITICA. El efecto del nuevo estilo sobre la oposición (que invariablemente procura decir lo que la gente tiene ganas de escuchar) es demoledor. La oposición ha cambiado de estrategia seis veces en nueve meses. Cabe pensar que no sabe qué quiere (salvo honrosas excepciones).
La última propuesta se reduce a prometer una lluvia de plebiscitos para derogar leyes, digan lo que digan esas leyes, puesto que no se sabe qué van a contener. Ofrecer ese handicap político es como darse por vencidos antes de discutir.
Batlle va a elegir las reformas y el orden en el cual van a realizarse y va a mostrar poquito a poco, que son necesarias y para bien. En consecuencia irá ganando todas y cada una de esas consultas populares. Le dan, servida en bandeja, magnificada, la oportunidad de demoler la coalición de izquierda, que insiste tozudamente en dejar todo como está.
Me atrevo a predecir que después del segundo de los revolcones plebiscitarios que reciba el Frente, la oposición va a suspender la lluvia por mal tiempo.
La intimidad del Presidente con la población no se basa en lo que va a dar (puesto que no tiene nada para dar); está basada en algo más profundo y menos usual: el Presidente es difícil de doblegar porque sabe mucho (dedicó una larga vida a aprender su oficio) y porque no tiene pelos en la lengua, y no cuida el costo político y no se asusta. Dice con entusiasmo lo que los demás no se atreven a decir.
LAS HONROSAS EXCEPCIONES. Rafael Michelini, senador del Nuevo Espacio, que hace un año eligió asociarse a la izquierda, da un ejemplo de sinceridad cuando dice:
--Creo que la dinámica política tiene que pasar más por los temas económicos que por los temas ideológicos. Se va a necesitar mucho coraje y mucha creatividad para darle (un giro) a la economía; aceptando incluso ideas que no nos gustan, pero que si el gobierno no las impulsara... sería peor para el país. Tenemos que encontrar caminos que permitan bajar las tarifas públicas. Más que discutir sobre privatizar, el tema es poner toda la economía en competencia en todas aquellas áreas en las que se pueda. Acá se trata de que todos los actores públicos y privados compitan para dar un mejor servicio a la gente y que eso implique inversión y capten trabajo y bajen los costos de los servicios y permitan a nuestras empresas competir. (1)
PREGUNTO: ¿Hay alguien dispuesto a tener un debate con este auténtico izquierdista, para contradecir las verdades que está diciendo?
El general Líber Seregni, la figura emblemática del Frente Amplio, declara con respecto al plebiscito de febrero:
--Si lo pensamos hace seis meses y la argumentación política era consistente para no acompañar eso, no ha cambiado nada, desde ese momento hasta ahora. Yo, consecuente con mis ideas, no voy a ir a votar.
LO QUE VENDRA. Sucede que el trabajo al cual se dispone el Presidente de la República llega avalado por el ejemplo del mundo. La discusión frente a la lluvia de plebiscitos que anuncia la izquierda, tendrá como punto de referencia (no las especulaciones teóricas a las cuales Marx llamó con desprecio "ideología") sino la realidad circundante, que rompe los ojos.
Los mejores argumentos para apuntalar la reforma uruguaya y descolocar a la izquierda inviable, los da la izquierda del primer mundo. El caso francés, por ser el último en girar y por haber completado el giro hacia las soluciones liberales, es el más llamativo. El formidable ministro de Economía de Jospin, Laurent Fabius, debiera ser un punto de referencia para nuestros medios de comunicación a efectos de actualizar a los uruguayos, sobre su propia conveniencia.
La coalición de gobierno debe habilitarle a Batlle la posibilidad de cambiar la opinión pública. Para eso bastarán dos medidas: aprobar las leyes necesarias en una seguidilla imparable y atender (en la defensa de esos cambios) al doble discurso del socialismo: ninguno de sus correligionarios integrantes de la Internacional Socialista, cuando llega al gobierno, deja de cumplir la reforma inevitable (a la cual se opone la izquierda uruguaya, con excepción de Rafael Michelini y de Líber Seregni).
Se trata de dar una batalla cultural como la que fue dada y ganada, cuando el plebiscito de 1994 ("vote por la enseñanza").
En esa oportunidad, bastaron 90 días de discusión seria para que los uruguayos aprendieran que todo gasto público es pagado con su propia plata. Después de esa consulta popular, la ciudadanía votó en nueve oportunidades contra los repartos demagógicos que propone el Frente Amplio.
MIRANDO AMERICA. La reforma de Batlle puede ahorrarnos una dictadura o una decadencia demagógica a la manera de Fujimori, Bucaram o Chávez; puede ser la mejor manera (la única) de curarnos en salud, para no caer en las garras del Fondo Monetario Internacional; un instituto que siempre empieza por imponer condiciones martirizantes, antes de prestarle dinero grande a los países bobamente endeudados. (Y si no, que le pregunten al Presidente de la Rua que sin ser responsable de la situación antes creada, tuvo que venderle el alma al diablo para superar un desastre del orden de 50.000 millones de dólares).
No estoy inventando fantasmas, estoy mostrando la historia reciente de Perú, Ecuador, Venezuela, Argentina, México, Rusia, el sudeste asiático entero; uno por uno, cada ejemplo desgraciado, muestra lo que es el rigor del Fondo.
El mundo no admite salirse de las reglas globales y esas reglas no toleran un Estado empresario y monopolista. Uruguay está junto con Bolivia y Paraguay; son los países del continente que reciben menos inversión extranjera.
Batlle, que no tiene ataduras, está en la situación ideal para diseñar la reforma necesaria que haga del Uruguay un país emergente. Si esta transformación apasionante es bien explicada, cambiará la mentalidad y saldremos del pozo que impuso el miedo electoral al Frente Amplio (que no quiere cambios, mientras denuncia que todo se repite).
Si el Presidente logra hacer entender que vamos mal y que conviene acompasarse a la marcha del mundo, la inteligencia lo apoyará y entonces ganaremos cualidad de vida, como ya sucedió cuando la belle époque de los primeros 20 años del siglo que hoy termina.
Ese es el Feliz Año Nuevo, que cabe desear.
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(1) Diario El País, Montevideo, 23/12/00, pág. 8 (primera sección).
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